sábado, julio 04, 2015

La crisis en el Ecuador

En vísperas de la llegada del Papa Francisco a Quito, el Ecuador ha sido remecido por una ola de movilizaciones de derecha, en las que también participan elementos de extrema izquierda, en las que se protesta indistintamente por aumentos de impuestos al capital (herencias y plusvalía) o por los ajustes al salario público ente la baja del precio internacional del petróleo.

Como hay un cierto menjunje en todo esto, la consigna realmente unificadora es la que dice “Fuera Correa”, a la que el gobierno responde con la idea de que si quieren el poder vayan a las elecciones, lo que no entusiasma a sus adversarios que han perdido toda votación desde 2006 y que son además una alianza de coyuntura que no tiene una base común para reemplazar al presidente.

La derecha de los bancos y las grandes empresas, emparentada con los dueños de los principales medios de comunicación, han hecho  una guerra sorda desde el primer día a Correa y su “Revolución Ciudadana”, con algunos picos altos como el secuestros del presidente en septiembre de 2010, después de lo cual hemos llegado a la insurgencia actual que recoge parte de las lecciones de lo que ocurrió en Venezuela.

Coincidentemente, cuando al Ecuador empiezan a acosarlo, hay un movimiento desde los Estados Unidos para bajar el tono con Caracas, como si hubiera un cambio de prioridades. Algunos aluden a la Alianza del Pacífico, cuyo hueco más importante en Sur América es la ausencia ecuatoriana. Pero este bloque forzado para contrapesar a Unasur y el Celac, anda medio debilón por el distanciamiento entre Chile y Perú, y la baja de popularidad de sus gobiernos.

En fin, parece demasiado pensar en que la citada Alianza ya este determinando conspiraciones en terceros países, aunque si es claro hacia donde empujaría la derecha ecuatoriana a su país si pudiera volver a ser gobernante.

Pero la guerra de estos días ha puesto a prueba la posibilidad de mantener unida a la oposición alrededor de consignas claramente pro-sectores acomodado y de derecha. Como si hasta los pobres tuvieran herencias significativas a cobrar en el futuro o plusvalía por ganar por propiedades que se revaloran. Es un triunfo reaccionario que una parte de la izquierda suscriba estos puntos y haya ayudado a la presión para que queden en suspenso.

Y ahora, llega el Papa, en medio de una fuerte pachanga, donde los alzados creen que replegar las fuerzas es darle una victoria al gobierno, pero a su vez dudan de hacer un feo papelón ante la autoridad católica y de enfrentar a las masas que acudirán a ese evento.

El hecho es que la revolución pacífica que ha venido viviendo el Ecuador y que aparecía como uno de los modelos de gobierno progresistas más exitosos ha empezado a ser socavado de manera sistemática por los que se sienten afectados por sus decisiones. Confirma el momento de contraofensiva de derecha que se vive en el subcontinente.

04.07.15
www.rwiener.blogspot.com    

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Nada de "anónimo", soy Ambrosio

En Ecuador, este año, el PIB per cápita será negativo. Ecuador tiene un problema fiscal. Debería atacar la raíz del problema, que es el Estado obeso, que ni su misma élite sabe cuánta gente emplea o cuánto patrimonio administra. Eso lleva a la quiebra a los estados.

Correa en el poder, aparentemente hereditario, muestra las limitaciones de un proyecto estatista, ligeramente fascista, que se sostiene (únicamente) porque el US dólar es la moneda de país. La incertidumbre paraliza a los ecuatorianos. Las personas actúan considerando las reglas del juego vigentes, y si estás cambian constantemente, se detiene la acción creadora del capitalismo, lo cual se traduce en menor producción y generación de empleo.

Correa podría estimular la economía eliminado en las medidas que han destruido oportunidades de negocios y empleos generadas a través del comercio. Podría eliminar el impuesto a la salida de divisas, salvaguardas, cuotas, normas INEN y certificaciones de origen posteriores a 2009. Eliminar trabas multiplicaría las oportunidades, beneficiaría a los consumidores y reduciría el gasto burocrático de hacer cumplir estas medidas. Debería eliminarse todas las restricciones a los movimientos de capitales, que no solo son innecesarias sino contraproducentes

Rafael Correa no hará de eso, se niega a ser razonable. Es un ditadorcito picón, llevará a su país al precipicio antes de admitir sus equivocaciones: como Hitler, Stalin, Hugo Chávez, Fidel Castro o Mussolini. Hacerlo implica, para Correa, será admitir que el modelo estatista no funciona. No ocurrirá. Correa es un curita marxista dogmático, como don Raúl.

Como es su costumbre, don Raúl le lanza flores al dictador Correa, le fascina su populismo estatista, su "lucha" contra los medios de comunicación acogotando la libertad de expresión, el que pretenda asfixiar a la propiedad privada y economía de mercado; En el momento menos feliz califica mentirosamente al "modelo de Correa" de "exitoso".

¿El "modelo de Correa" es tan "exitoso" como el modelo cubano o el chavista o el peronista o el del PT de Brasil, o el de la China de Mao, o el de Juan Velasco Alvarado, Raúl?

Anónimo dijo...

No entiendo, Raúl. ¿Si todo está tan bien en Ecuador con Rafael Correa de presidente, por qué la tanta gente protesta tanto? ¿Por qué el país no avanza? ¿Por qué sigue insistiendo en industrias extractivas? ¿Por qué los ecuatorianos se mudan a Colombia y Perú?

Anónimo dijo...

Cómo se atreve el mierda de Ambrosio de faltarle el respeto a Raúl Wiener. ¿Wiener curita marxista? Cómo se atreva en rajar a Rafael Correa, el mejor presidente de Sudamérica, que también debería ser del Perú.

Ecuador es digno con Correa. Perú indigno con el huachimán Humala.

Anónimo dijo...

Rafael Correa debería ser también presidente del Perú.

Ramiro Garcia dijo...

la arrogancia del presidente es el motor que moviliza a las multitudes. No es solo un problema de actitud, de prepotencia de un mandatario que minimiza y descalifica a sus opositores, usando para ello todos los recursos del Estado que se encuentran a su disposición, sino sobre todo la incapacidad de conceder a los argumentos contrarios cualquier forma de validez conceptual o ética.

Correa esta acostumbrado a maltratar a sus oponentes y a someterlos al escarnio público, en ese circo de mala calaña en que se convirtieron las sabatinas, así como a imponer su voluntad por la vía de ejercicios de democracia directa, al parecer no está Correa y su equipo de asesores en capacidad de entender que la situación política cambió sustancialmente. Esa incapacidad no le permite además enfrentar, con éxito alguno, las condiciones cambiantes que se desenvuelven a un ritmo de vértigo. El descenso de popularidad del presidente en las últimas semanas hace que encuestas de hace un mes aparezcan como obsoletas. Su estrategia es errática y en lugar de desmovilizar a la gente, propicia aún más la beligerancia con un discurso que no puede salir de los recursos fáciles de la provocación y la descalificación. El equipo que le rodea evidentemente no le ayuda mucho en estas circunstancias, pues enfrentar la movilización tratando de endosar la protesta a los efectos del alcohol o la ingesta de drogas, no es exactamente la estrategia más inteligente. Menos aún enviar a diario a sus asambleístas a los medios de comunicación, sin un mínimo libreto, para hacer papelones de proporciones épicas.

La arrogancia le ha pasado factura a Correa y su gobierno en múltiples ámbitos. Pensaron que convocando a ejercicios de democracia directa continuos iban a legitimar eternamente sus caprichos más delirantes, Pensaron que linchando mediáticamente a sus opositores, los descalificarían para siempre a los ojos de la ciudadanía. Olvidaron que la actitud matonil, al mediano plazo genera total rechazo del público, pues nadie quiere sus derechos en manos del abusador de la escuela. Pensaron que generando organizaciones paralelas, dividirían a los sectores sociales definitivamente. Olvidaron que estos sectores responden a reivindicaciones centenarias y que trabajadores, maestros e indígenas saben diferenciar bien entre un auténtico dirigente y aprovechadores de poca monta que quieren jugar un full, para obtener beneficios de su relación con el poder.

Un diálogo auténtico tiene que enfocarse en temas fundamentales, como administración de justicia, derechos humanos, modelo económico, seguridad social, combate a la corrupción, transparencia pública, entre otros muchos. Si se pretende limitar lo debatible a los temas de herencia y plusvalías y escoger interlocutores obsecuentes, lo que se le viene al Gobierno será mucho más duro que lo que hasta ahora ha debido enfrentar.

Anónimo dijo...

Ramiro García y Ambrosio son de la DBA.