domingo, julio 13, 2014

La eterna reforma universitaria

Un repaso de la historia de la universidad peruana en los últimos cincuenta años, con sus intentos de reforma, sus conflictos y frustraciones, a pocos días de la promulgación de la Ley Mora.

   
En los años 60, el Perú se hizo consciente de las consecuencias de la revolución demográfica que había venido ocurriendo en los veinte años anteriores producto de la combinación entre tasa alta de fecundidad, aumento progresivo de la expectativa de vida y mayor control de enfermedades, y sobre todo un gigantesco proceso migratorio que en poco tiempo cambió las proporciones de la distribución de la población entre ciudad y campo, y empezó a convertir a Lima en la megalópolis que es hoy en día.

Una de los efectos de este enorme fenómeno se reflejó en el sistema universitario. Lo que antes era un espacio de élites se masificó a una velocidad impresionante desbordando la capacidad de asimilación de las tradicionales entidades de la educación superior, lo que se tradujo en procesos de admisión cada vez más multitudinarios para vacantes que se quedaban cada año más cortas y que obligaban a lo que se llamaban exámenes masacre en los miles de miles salían desaprobados y forzados a repetir la faena el año siguiente, o a retirarse de su pretensión de ser profesionales.

Entonces, hablar de universidad era referirse a la educación pública. En Lima había un paquete determinado de opciones que iban desde San Marcos, la UNI (Ingeniería), la Agraria, La Cantuta, Federico Villarreal y paren de contar. A lo que se sumaban desde el lado privado, la Católica, de vieja historia conservadora y clerical, la Cayetano Heredia, que fue una escisión de un grupo de profesores de medicina de San Marcos (San Fernando), y algunas otras que eran vistas como una especie de zona consuelo para los que no podían llegar a superar los difíciles exámenes de ingreso de las universidades más prestigiosas y contaban con la plata de sus papás para poder estudiar. En provincias sucedía algo por el estilo: normalmente había una universidad estatal en la capital del departamento a la que todos aspiraban a ingresar y a veces alguna particular para los que no podían entrar a la nacional y podían resolverlo con plata.

La universidad peruana tenía en esos momentos, además, otros rasgos que le eran distintivos: una alta politización del movimiento estudiantil que había pasado por una intensa pugna a través de la cual los partidos de izquierda desplazaron al APRA, que había mantenido una férrea hegemonía en los gremios por muchos años; una conciencia marcada de autonomía, que hacía que la comunidad de autoridades, profesores y alumnos se sintieran como en un mundo protegido de la influencia de los gobiernos y las empresas; una estructura extremadamente rígida de universidades, facultades y cátedras que convertían a los rectores, decanos y profesores en entidades casi feudales que evitaban cooperar unos con otros.

Los cambios


Ese mundo universitario que conocí cuando dejaba la adolescencia parecía hecho para durar indefinidamente, pero estaba herido por varios flancos: (a) dependía del presupuesto público que se fue rezagando al crecimiento de la matrícula impulsado por la masificación y que se hizo más crítico cuando empezaron las crisis en la economía; (b) el Estado capituló a la idea de ponerle orden a la universidad pública e inscribirla en algún proyecto de desarrollo, y el sector privado encontró en la educación privada un proveedor de personal profesional de acuerdo a sus intereses; (c) la inestabilidad se instaló bajo la forma de una lucha entre autoridades y alumnos, y enfrentamientos entre diversos grupos. A largo plazo estos factores fueron llevando a una caída de la calidad de la enseñanza, los servicios y la infraestructura de las que habían sido las principales universidades del país.   

A comienzos de los 70, el gobierno militar dictó una ley de la universidad que fue como todo lo de ese período un ukase contra lo existente y un intento de resolver con procedimientos militares problemas de larga data. Pero esta vez el choque fue con los estudiantes politizados y hasta cierto grado con sus profesores, que quebró las posibilidades de hacer puentes con estos sectores para la reforma de la universidad. Los uniformados proponían cosas como dejar atrás el sistema de feudos (universidades, facultades, cátedras), para crear mecanismos flexibles como los departamentos y programas que permitían múltiples combinaciones entre diversos componentes dela oferta educativa de cada universidad, lo que era repudiado como una copia del modelo norteamericano.

Asimismo creaba los estudios generales, como escalón entre la formación escolar y la especialización profesional, y que pretendía ajustarse a los conocimientos de base que todos debían tener. Otra cosa era la exigencia de determinados rendimientos para continuar la carrera y que se extendían también al derecho de participación en el gobierno universitario (para ser miembro de la Asamblea había que estar en el tercio superior). Finalmente creaba el super-rector, un poder absoluto que se imponía al resto de la comunidad universitaria. Adicionalmente se creaba el CONUP (Consejo Nacional de la Universidad Peruana) que era un órgano estatal integrado por los rectores de las universidades nacionales, encargado de dirimir sobre sus problemas cuando no podían ser resueltos internamente. Algo así como una lo que un rector no puede solucionar por su cuenta lo derivaba a sus colegas para resolverlo juntos.   

La ley, con sus elementos buenos y malos, y por supuesto con su marca autoritaria, fue puesta en la picota y rebautizada como la “ley gorila” y fue un motivo de enfrentamientos, tomas de locales e intervenciones casi toda la década de los 70. Los cambios previstos nunca pudieron implementarse del todo, y varias parte fueron desapareciendo con el tiempo. Por ejemplo quedamos inmersos en un mix entre facultades, departamentos y programas; la mayoría de universidades dejaron de lado los estudios generales, los sistemas de elección de autoridades fueron ajustados por estatutos internos, el CONUP se convirtió en Asamblea Nacional de Rectores e incluyó a los de la universidades privadas, etc.

La experiencia reciente


En el año 1996, en el momento de mayor hegemonía del régimen fujimorista se dictó en mérito a facultades otorgadas por el Congreso, el decreto legislativo Nº 882, de promoción de la inversión privada en la educación, que creó un nuevo actor un nuevo ocio, que se suponían iban a acabar con todas las hipocresías y recurrir al mercado para que ofreciera en perfecto equilibrio de oferta y demanda, una educación de calidad para quién pudiera pagarla, y un incentivo de renta para el que quisiera meterse en este tipo de empresa. Todo lo que se discute ahora sobre las “universidades de garaje”, los estudiantes estafados y los títulos académicos que no tienen valor para obtener trabajo, está relacionado con este intento de crear un submundo universitario dirigido por el dinero.

Cierto que han aparecido Universidades de alta inversión de pensiones caras que están asociadas a la gran empresa, y que sus propietarios y autoridades se han acostumbrado a manejar en condiciones en que todo los favorece: no pagan impuestos, no son regulados, expiden títulos en nombre de la nación, etc. Pero al lado de ellas han crecido las universidades que Humala describió como de medio pelo, como opción para los que solo podían pagar pensiones bajas y cuya calidad puede llegar a pésima sin nadie que las regule. Como en otros campos, en la educación superior, las “reformas” de los 90, tendieron a la solución darwinista en que debía prevalecer la ley del más fuerte. En realidad lo que crearon es un gigantesco desorden y desgobierno que dura hasta el día de hoy.

Curiosamente, luego de un enorme rodeo hemos llegado otra vez al punto del intento de reforma integral y en un gobierno presidido por un militar en retiro y una comisión del Congreso presidida por un general. Pero esta vez los opositores recalcitrantes son los rectores que antes eran los aliados de todos los gobiernos y los empresarios de la educación que reclaman su propia versión de autonomía que significa que nadie se meta en lo que están haciendo, a pesar de lo que pretenden es formar por lo menos a una parte de la juventud peruana. Ya en esta oposición de camarillas e intereses mezquinos hay una pauta para apreciar algunas bondades de la ley que toca intereses creados que pretenden que el sistema siga tal cual, es decir sin ninguna sistematicidad. La universidad vuelve a cambiar. Habrá que ver hasta donde llega la reforma.      

12.07.14

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero es que meter a un "empresario" a la educación, a la salud, a la vivienda o a los servicios básicos es meter a un choro en la bóveda de un banco, tenemos que entender que la razón de ser de la empresa privada criolla es el lucro, la maximizacion de las ganancias, la mínima inversión, especialmente si esta es de cierto riesgo, y lo que es peor, la minimizacion de los costos o gastos de producción. Entonces cuando la universidad cayo en las garras de estos malandros, los resultados a esperar no podían ser otros, una pandemia de sacha universidades que han calcutizado la educación superior a extremos alucinantes: funcionan en locales tugurizados e inapropiados, solo se graduan los estudiantes que están al día en sus pagos, los certificados, diplomados, maestrías o doctorados se venden sin importar que asistas o no, mientras las pensiones suben el nivel educativo baja, mientras las cuentas corrientes de los "empresarios buitre" engordan la calificación de las universidades privadas adelgaza hasta ponerse raquítica, no olvidemos que en los países que han crecido de verdad la educación es gratuita en todos los niveles, incluyendo la alimentacion, los útiles escolares, los uniformes y hasta la movilidad, pero mientras sigamos en manos de la mafia politica empresarial derechista y neoliberal que se ha entronizado en el poder, esto va continuar, no se que esperamos para rebelarnos y cambiar todo este vil sistema. Si o No

Anónimo dijo...

Podrá digerir y aceptar el troll alditus u odle o ambrosio el simil de cómo la mafia politica empresarial derechista y neoliberal entronizada en el poder maneja el pais a vista y paciencia de la meznada de recuas.

JUAN CRONIQUEUR

Anónimo dijo...

El promedio anual del costo por alumno (Tuition ans fees) de las universidades en Estados Unidos (las llamadas “non-porfit”), incluyendo alojamiento, es USD 40,000.00. Si tenemos 800,000 estudiantes en las universidades, pues recitaríamos USD 32,000’000,000.00. Si el PIB peruano en el 2013 fue 210,000’000,000.00, para que sea “educación gratuita” deberíamos dedicarle el 15% del PIB con este fin.

¿Qué hacemos para pagar la educación preescolar, primaria y secundaria? ¿Defensa? ¿Salubridad? ¿Infraestructura? No hay plata…

(1) Por lo que para lograr universidades de primera en el Perú, primero se les debe sacar a los caviares y el rojerío que las gobiernan;
(2) Olvidarse del cogobierno.
(3) Olvidarse de la gratuidad, es imposible que sean de calidad y que las paguen los contribuyentes peruanos (o sea, progres, escuche esto: quien abre la billetera son la CONFIEP, bancos e industrias que ustedes detestan y pretenden nacionalizar).

Anónimo dijo...

Si las grandes compañías mineras como yanacocha pagarían los impuestos que de verdad les corresponde y no las miserias que pagan, si la telefónica y otras empresas se pondrían al día en sus pagos, si la mafia política derechista y neoliberal no seria tan corrupta, si los fondos de jubilación no estarían en manos de las AFP chilenas, si el gas de camisea se vendería a su verdadero precio y por ultimo, si se destinaría el 6% del presupuesto al sector educación,la educación no solo seria gratuita, sino de calidad y de investigación, se impartiría en locales adecuados y se contaría con profesores de primera categoría.
Lo que temo es que los primeros en aprovecharse de esto serian los mismos de siempre, los hijos de los empresarios mafiosos, de los políticos corruptos, de la casta militar o los vástagos del crimen organizado, que es casi lo mismo, por que para ventajistas y argolleros no hay quien les gane a estos forajidos. Si o No

Héctor Mejía dijo...

En mis épocas (fines de los ochentas) ingresar a una universidad (incluso a las particulares) era bravo porque estabas en proproción de 5 a 1 mínimo, y ya en esa época las universidades eran fábricas de dos tipos de profesionales en su mayoria: Abogados y Contadores; algo que se ha incrementado con las Universidades-Empresa.
Ojalá con la nueva Ley universitaria se apueste más por Ciencias e Ingenieria para mejorar el desarrollo del pais.