sábado, noviembre 16, 2013

Corrupción policial

Vaya con el enredo. A ver si alguien entiende por qué unas supuestas instalaciones para chuponeo telefónico, se ubicarían en la casa de un conocido “operador montesinista” y para hacer más rochoso el caso se le dotaría de una aparatosa vigilancia con la que era mucho más fácil el descubrimiento. Pero si no había nada que esconder en esa casa, a qué tantos patrulleros, portatropas y fuerzas especiales.

Veámoslo de otras manera. Supongamos que Humala es lo que es, una persona que busca hipotéticos especialistas, en cada una de las materias que debe abordar como gobernante, y no tiene reparos sobre los orígenes políticos de cada quién, como buen “pragmático” que ha declarado ser, pero que junto con todo eso tiene un miedo visceral a los escándalos, por lo que pide que el asunto se maneje en reserva.

Entonces a los jefes de la Policía se les ocurre involucrar al almirante Cueto, presidente del Comando Conjunto, que se supone dirige la guerra del VRAEM, para que aparezca como el destinatario de la protección especial, y justificar el despliegue de efectivos y vehículos. También hay una versión opuesta: que Cueto pidió el apoyo como para él, pero era para el “operador montesinista”, y ahí algunos recuerdan la especialidad de la Marina en guerra electrónica.  

¿Tiene algún sentido?, ¿no era acaso previsible que se descubriera, en algún momento, la suplantación (en cualquiera de las dos versiones) y que los más altos mandos policiales y militares terminasen de encubridores del retorno montesinista?, ¿qué más ligaba al gobierno y/o los generales o almirantes, con alguien que puede tener habilidades mafiosas, pero no es mucho más que eso?

Podría plantearse una hipótesis alternativa: Humala no sabía –tampoco Pedraza-, que en la Policía, los generales siguen pensando como lo hacía Fujimori, que la gente de Montesinos es la que sabe hacerla, y que bajo sus narices trataban al “operador montesinista” con mayores cuidados que a un ministro de Estado y lo invitaban provocadoramente a los eventos oficiales.

Si fuera así, implicaría que en la Policía (normalmente menospreciada) se ha desarrollado un elaborado maquiavelismo, porque después de evidenciados los hechos ya nadie les va a quitar el cartel de tontos al presidente y al ministro, por más adjetivos que usen para descargar la vergüenza, fuera de que siempre va a quedar la idea de que permitieron por acción u omisión que las manos de la mafia de los 90 volvieran a tener presencia en el Estado.

Se diga lo que se diga, sin embargo, sigue abierta la pregunta acerca de ¿por qué protegían a un supuesto jefe militar, que era un civil de oscuros antecedentes por corrupción? Podemos apostar que no va a haber respuesta, pero si podemos concluir que con el nivel del reciente escándalo ya está resuelto por qué las cosas funcionan tan mal en asuntos de seguridad.  

16.11.13

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