jueves, septiembre 26, 2013

Una respuesta a un reclamo de solidaridad

Vamos, Aldo.

La verdad es que después de la manera tan canalla como trataste (y sigues haciéndolo) a Javier Diez Canseco y la falta de remordimiento que muestras por lo que hiciste, así como después de leer tu querella con Gisela Ortiz, a la que quisiste meterla de “senderista” para debilitar los argumentos del juicio a Fujimori, quedan bien pocas ganas de hacerte aunque sea esos rituales de solidaridad que tu realizas y que ahora reclamas a Lévano y a mí, frente al reciente fallo de la Suprema sobre tu persona, que parece que fue arreglado para perjudicarte.

Obviamente no otorgo ninguna autoridad moral a Rodríguez Erazo para sentirse difamado y creo que fue una buena cosa que le cerraran el camino al Tribunal Constitucional. Hay que imaginar con lo que ya hemos visto con el actual Tribunal, mediocre y prepotente, lo que podría haber pasado si el director de “La Nación” se integraba a ese equipo donde las sentencias parecen provenir de una repartija de acuerdos los intereses y relaciones particulares de cada uno de sus miembros, en vez del derecho constitucional.

Así que aunque sea por una vez, o por casualidad, has defendido una causa justa y no has necesitado explicar las cosas con el artilugio de dividir el mundo entre rojos y buenos, clasificación en la que pones dentro de la segunda categoría a Alan García, Fujimori y otros por los que profesas franca veneración, pero siempre con la puntualización de que esto no te hace ni aprista ni fujimorista, que es la forma más cómoda de andar del brazo con ellos.

Ciertamente el poder judicial no es confiable en muchos sentidos, y especialmente en materia de libertad de expresión. A mi me ocurre que por un mismo artículo un juez y un tribunal superior me absuelven y una jueza me condena y me encuentro en la espera de lo que dictamine la Segunda Sala Penal ante la que apelé. No he escrito mucho sobre esto porque pienso que tener una columna diaria es un privilegio que no lo han dado para hablar de mí sino de lo que le interesa a la gente. Sería una ofensa a mis lectores que les dedique una semana de notas pidiendo solidaridad, sea o no que la merezca.

Antes se decía que un juicio de un tipo con la trayectoria de Ramírez Erazo o de una empresa prepotente como LAP eran galardones a la carrera periodística. Pero a estas alturas tengo mis dudas. Sobre todo si los jueces tienen tanto espacio abierto como para dictaminar en cualquier sentido amparados en dos abstracciones: la libertad de expresión y el derecho al honor, que pueden ser interpretados de manera ancha o restrictiva. Así hay periodistas que llegan a creer que pueden hacer leña de quién quieran y jueces que fallan de acuerdo al peso político o económico del demandante.     

26.09.13

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