sábado, septiembre 28, 2013

El Poder Judicial se lava las manos

Dice Ariel Bracamonte (que ahora firma como Ariel Fefer), que la anulación del juicio contra su hermana no es obviamente una absolución y agrega que es sinónimo de un Poder Judicial que no sabe hacer su labor o, en el peor de los casos, de corrupción.

Pues bien, lo que hemos visto durante más de cuatro años es un poder judicial capaz de condenar a alguien a 30 años de prisión, sin pruebas suficientes y sin respeto al debido proceso, y a una Corte Suprema incapaz de cumplir su labor de exculpar a una persona que ha sufrido una carcelería increíblemente larga, cuando lo único que existía en su contra eran suposiciones y prejuicios.

El último vocal que tenía que votar en este caso podía haberse pronunciado por la completa absolución y el fin de un juicio de ribetes kafkianos. Pero eso equivalía a declarar que los fiscales y los jueces que habían intervenido en el caso hasta el momento de la primera condena, se habían ensañado con la joven, no se sabe si por adaptarse al  linchamiento mediático, o porque realmente hubo corrupción y Ariel sabe de donde vino.

Los fiscales y los jueces que consideraron que el hombre que ingresó a la medianoche a la casa de Miriam Fefer y forcejeó con ella al ser descubierto, ahorcándola con lo que encontró a la mano, era un sicario a paga, sin haber podido probar que se dedicaba a tal oficio y que no era un ladronzuelo cualquiera; que supusieron que alguien le había abierto la puerta y que dentro de las varias personas que estaban en la casa, tenía que haber sido Eva, a pesar que el asesino decía haber subido por las rejas; que tomaron como prueba una llamada no contestada del celular de la madre hacia la hija, en un momento en que posiblemente ya estaba muerta; y otros tantos indicios imprecisos para condenarla; deberían ser marcados con fuego.

La verdad es que todos ellos son un peligro para la sociedad, porque han confundido su función jurisdiccional con el papel de Dioses omnipotentes que creen que pueden decidir libremente sobre la vida de los demás. Cuatro años de prisión sin pruebas y tener que volver a comenzar otro juicio es un castigo inaudito, que seguramente se hace mucho más doloroso cuando se comprueba hasta dónde puede caer un hermano. No podemos ocultar nuestro asombro por la falta de coraje del vocal Segundo Morales que se inclinó a la opción del nuevo juicio.

La Suprema estaba a punto de reparar aunque sea parcialmente el daño producido por las decisiones judiciales previas. Pero no se atrevió a hacerlo y prefirió lavarse las manos. Así Eva tendrá que postergar la reconstrucción de su vida y no podrá escapar del foco del escándalo mediático por un tiempo adicional. Me parece una nueva injusticia.

28.09.13

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