martes, septiembre 17, 2013

Cinco años después

Era 15 de septiembre de 2008, hace cinco años, y por una invitación inesperada había llegado a Ginebra, Suiza, para participar de un taller del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, referido al tema de las diversas maneras cómo eran afectados los derechos de las personas por los procesos de ajuste y reforma económica y la necesidad de proponer medidas para protegerlos.

Era una de esas reuniones en las que se revisan documentos de eventos internacionales y se preparan borradores para la siguiente, que en este caso estaba proyectada para diciembre de ese año, como homenaje a los sesenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por las Naciones Unidas. Pero, por la fecha en que estaba citado, el taller de Ginebra se metió en una encrucijada. En la mañana cuando estábamos instalando los trabajos, nos enteramos de pronto que el mundo había empezado a cambiar.

Las noticias que circulaban indicaban que se había producido una monumental quiebra de uno de los bancos de inversión emblemáticos de los Estados Unidos.  La crisis económica mundial había comenzado en el punto en que se hizo imposible seguir maniobrando para evitar la debacle de las mayores entidades financieras que se presentaban como indestructibles, pero estaban cada más comprometidas por el crecimiento de sus malas deudas, operaciones sin garantías y actos dolosos que incluían información falsa sobre sus estados contables y sus finanzas.

Por supuesto que el tema de atención entre los que estábamos en Ginebra giró dramáticamente. No sé lo que pasó con la redacción aprobada, es decir si hay otro documento proclamando lo que debería ser, pero se hizo evidente que no iríamos tras un mundo ideal en el que la onda de crecimiento global, incluiría los derechos de los sectores postergados, sino que, como otras veces en la historia, empezaba la curva hacia abajo y otra vez los más vulnerables tendrían que pagar las cuentas de los poderosos. En otras palabras, ninguna declaración por los derechos humanos podría impedir que los gobiernos del planeta manejen la nueva crisis contra sus pueblos.

Cinco años después leo que Gillian Tett, del Financial Times, que fue de las pocas voces que advirtió que se venía la crisis, explica cómo la economía mundial se ha hecho menos racional de lo que era cuando cayó el Lehman Brothers: (a) los bancos son más grandes y concentrados que antes, cuando se dijo que por sus dimensiones sus riesgos eran directamente sistémicos. Ahora lo son más; (b) las malas prácticas financieras se han multiplicado y explotarán en cualquier momento; (c) el poder financiero ha crecido contra la idea de que debía moderarse; (d) los ricos son más ricos y ha aumentado la pobreza en el mundo, incluidos los países de mayor desarrollo; (e) no ha habido sanciones por fraude financiero a los culpables de la crisis.

17.09.13

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