lunes, julio 22, 2013

Cuesta abajo en la rodada

Las encuestas publicadas el día de ayer ratifican lo que ya todos sabíamos, que cada mes que pasa son más los puntos que el presidente retrocede en popularidad, lo que lleva a suponer que hemos entrado en una tendencia irreversible y que no existe la fórmula mágica para revertirla. La explicación de este fenómeno es más simple de lo que podría pensarse y la hemos tenido a la vista esta semana: no es sólo por lo que hace el gobierno que se desprestigia, sino por la manera como vuelve a cada rato sobre sus pasos.

Si se quisiera hacer el recuento de los hechos de los últimos meses es seguro que lo que más se recordaría son los retrocesos a los que fue obligado el gobierno. Empezando por el asunto de Repsol, siguiendo por el no viaje a Cochabamba, el retiro de la candidatura de la primera dama y la repartija congresal, la constante es un gobierno que se arrepiente de lo que piensa y hace. Y si en un primer momento las rectificaciones podían caer bien y parecer gestos democráticos, a estas alturas ya suenan a otra cosa.

En realidad la valoración que hoy se encuentra en la calle respecto a la presidencia de Ollanta Humala es de que trata de meter cosas con trampa y después de arrepiente; o que no tiene convicciones o es incapaz de mantenerlas ante un poco de presión de prensa. Por eso le critican el vergonzoso arreglo que llevó a la votación del 17 de julio, pero nadie valora el gesto con el que quiso escapar de las consecuencias refiriéndose a la mellada majestad del parlamento, como si se pudiera creer que su bancada actuó sin su consentimiento.

De igual manera nadie le toma en serio la afirmación de que nunca intentaron la candidatura de Nadine; o que realmente hicieron un estudio técnico-económico para desechar la compra de los activos de Repsol; o que fue la agenda interna lo que le impidió reunirse con sus pares de UNASUR para condenar el atropello europeo contra el presidente Evo Morales. De Fujimori, García y Toledo, la población aprendió que hay distintas formas de mentir, desde la despótica, la arrogante y desvergonzada, y la del que se engaña junto con el resto.

Ollanta ha introducido un cuarto estilo, que es la del que se hace el tonto y cree que los demás también son tontos. Esto ya se lo descubrió la gente y por eso lo está castigando cada vez con más fuerza. Dos ilusiones con las que gobernó Ollanta Humala por dos años están a punto de extinguirse: (a) que se puede tener a los pobres en el bolsillo con programas sociales; (c) que crecimiento con inclusión equivale a ricos y pobres apoyando al gobierno.

El esquema ya no funciona y es casi imposible buscarse otro a estas alturas.   

22.07.13

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