jueves, junio 27, 2013

No al narcoindultador

García consultaba con Dios antes de otorgar la gracia del indulto o la conmutación a favor de los sentenciados que su gobierno iba poniendo en libertad a un ritmo que se fue haciendo frenético: casi dos por día en el 2008; alrededor de 8 diarios en el 2009;  aproximadamente 5 en el 2010; y más o menos 4 en siete meses del 2011.

Pero Dios no debe haberle estado escuchando o no estaría en los problemas que se ve ahora cuando ni la promesa de volver a hacer crecer la economía al 8%, ni los carteles apristas en el zanjón contra la reelección conyugal, ni los temas de distracción que levanta la prensa amiga del expresidente, logran sacar del foco de atención las reactivadas denuncias sobre los narcoindultos y narcoconmutaciones.

Alan García debe estar lamentando hasta el fondo las expresiones que ha dejado consignadas en las actas de la Megacomisión que califican a Facundo Chinguel como un hombre probo, por el que sí pondría la mano al fuego (como ya no lo hace por Del Castillo, Pastor o Garrido Lecca) y que él revisaba personalmente todos los expedientes.

Cada una de estas palabras es un petardo que le está reventando en la cara, por más que ahora aplauda la detención del exjefe de la Comisión de Gracias y que se pretenda haber sido sorprendido en los documentos que llegaban a su despacho. Cortar la cadena que jala de abajo hacia arriba la estructura de lo que fue el régimen aprista va a ser muy difícil, aún cuando se pueda decir que en el Ministerio Público y el Congreso hay verdaderos expertos en investigar para no llegar a nada.

Si se mira bien, el tema de los narcoindultos y narcoconmutaciones nos introduce en el lado más sórdido de un gobierno que ya arrastraba grandes vergüenzas como las del FORSUR, los petroaudios, BTR, decretos de urgencia, Agua para Todos, COFOPRI y otros. Pero pensar que decenas de promotores estaban ocupados, sin que el país lo supiera, en difundir la buena nueva de las gracias presidenciales al mejor postor, sería muy difícil de creer si no hubieran tantas evidencias.

Y el caso es que lo que estaban ofreciendo era una firma presidencial para salir de la cárcel, por lo que el mecanismo llevaba implícito o que el gobernante era un perfecto distraído que estaba confiado en sus oraciones o que era la cabeza de todo el tinglado que es lo que piensa la gran mayoría de la gente. Así el hombre que se codeaba con lo mejorcito de la elite económica global, que recibía en Palacio a miles de empresarios (entre ellos un montón de tramposos), era también un turbio fisgón de las cárceles en busca de narcos y otros reos pudientes que pudieran pagarles el precio de su libertad. AGP debería consultar otra vez con Dios cómo hace ahora para salvarse.

27.06.13

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