viernes, mayo 24, 2013

El regreso de Toledo

Hay mucho de irónico en el hecho que Alejandro Toledo esté llegando al 13 aniversario de los 4 Suyos, abrumado por sus propias contradicciones y con una sensación en la opinión pública de que algo malo oculta tras las extrañas operaciones inmobiliarias  de su suegra, la señora belga Eva Fernenbug.

Nadie entiende el enredo de transacciones financieras, registros empresariales y movidas del expresidente y su esposa de un país a otro para hacerse de un juego de propiedades de alto costo puestas a nombre de una anciana que supuestamente esperó llegar a la última etapa de su vida para hacer valer sus ahorros y relaciones en el país de su yerno.

Ciertamente, las casas de la suegra de Toledo han tapado un crimen mucho más serio como el de los narcoindultos que envuelve a Alan García, pero la responsabilidad de que sea así es enteramente del líder chakano que parece no entender que está cayendo por la misma pendiente por la que se desmoronó cuando empezó el caso Zaraí y pretendió que no había ni siquiera conocido a su madre.

Alguien debería haberle explicado a Alejandro Toledo que es muy malo para mentir y que es un principio de la política de que quién no sale a tiempo de un enredo no hará sino complicarse cada vez más. Lo que pierde a Toledo es su mesianismo. Ese creerse un predestinado que no tiene que dar razón de sus actos y que cuando dice algo, sus palabras deben ser tomadas como verdad porque es él quién las pronuncia. De alguna manera es el drama de la transición fallida de los 2000, porque fue el encargado de moldearla y conducirla en su primera y más decisiva etapa. Y el que nunca se dio cuenta de qué manera la había desgraciado.  

Lo que hizo entre 2001 y 2006 fue banalizar la lucha por la democratización y conservar las instituciones fujimoristas, frustrar el impulso reformador que venía desde abajo y reasociar al poder político con el económico, ahogar el espíritu anticorrupción y convertirlo en una caricatura. Por eso su heredero terminó siendo Alan García como para decir que todo lo que se había luchado para cambiar el país había sido en vano y en el 2011 terminó avalando la transformación de Humala en la sombra de sí mismo.

En estos días, sin embargo, estamos asistiendo a su liquidación anticipada como competidor político al 2016. No tiene razón Lourdes Flores cuando supone que esto ha sido maquinado como parte de un plan para sembrar la desconfianza en la clase política y regresar a un ambiente tipo 1992. En realidad son los políticos amantes de mansiones y buena vida, los que desprestigian sistemáticamente al sistema y los que caminan a su autodestrucción.

24.05.13

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