sábado, febrero 11, 2012

El regreso de la antipolítica

Como si se tratara de un rompecabezas bizarro, el primer ministro Valdés va colocando a través de frases insólitas la piezas de un sistema de gobierno que ya empieza a hacérsenos conocido. Primero definió diálogo como “o firman o me voy”, y se fue, aparte que inauguró el principio de que el gobierno decide con quién dialoga y que los que no han sido elegidos en elecciones no tienen derecho a participar (él no fue elegido en ninguna elección, sino designado en un complot contra el expremier Lerner).

Luego declaró que su gobierno era de la estirpe pragmática. Es decir que se sirve de lo que le funciona, y aproximó por su cuenta y riesgo a Ollanta Humala con el primer período de Fujimori, para después de las críticas de la prensa, precisar que Fujimori había sido un “buen gobierno, salvo el golpe de Estado”. Insistió con que la “gran transformación había quedado de lado y se mandó con lo de la teatralización de las víctimas de la violencia, que por una ultrajada (a veces de veinte soldados), la desaparición de un marido o un hijo, se ponen a llorar en público.

Y ahora estamos con lo de que la marcha del agua debe se “técnica y no política”. Si el objetivo era darle “coherencia” al gobierno lo que se ha logrado es una coherente incoherencia. Valdés tiene estilo fujimorista, pero su finura y sentido de oportunidad para las declaraciones lo asocian al general Artola de la primera época de Velasco. La gente que lo escucha se está volviendo a preguntar sobre los méritos de este comandante empresario que hacía buenos negocios en Tacna de los 90 y por eso está tan agradecido al gobierno de la época que le permitía ingresar autos usados sin pagar impuestos, y que era proveedor de cal de las canteras de su suegro, a la empresa Southern Perú y por eso cree que minería es “técnica” y agua es “política”.

Nada de esto, por supuesto, lo califica para ser el segundo hombre del Ejecutivo, y de su ejecutoria en el Interior tampoco se recuerda nada bueno ante de su actitud saboteadora en la negociación final sobre Conga cuando ya tenía en la cartera el estado emergencia. Probablemente el buen Valdés crea, sin embargo, que ese vacío de historia política y en su caso de gestión pública, son sus méritos, y que en compensación tiene la de exsoldado y empresario, es decir pragmático y no político.

Carlos Iván Degregori describió la década de los 90 como la de la antipolítica, teniendo muy claro que la aversión a los partidos y a los cuadros políticos no tecnocráticos, fue una excelente disfraz para pactar condiciones onerosas para el país en materia de contratos, facilitar la corrupción y la violación de los derechos humanos, que son heridas que hasta el presente no acaban de cerrar y nos dividen entre políticos que vienen de la antipolítica y los partidos que tratan de jugar el juego de la despolitización porque creen que es más popular.

La derecha que se burla diariamente de la supuesta poca preparación de los nacionalistas para gobernar, nunca objeta la calidad de primer ministro que ayudaron a instaurar luego del fin del gabinete Lerner. Felizmente Valdés es una prefiguración de lo que la reacción quisiera como cabeza de gobierno para los cinco años.

10.02.12
www.rwiener.blogspot.com

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