domingo, julio 24, 2011

La gran transformación frente a la gran concertación

Finalmente los anuncios ministeriales y sobre la presidencia del BCR, desplazaron el caso Alexis. Y algunos incluso creen que eso era lo que buscaba el presidente electo con sus medidas revelaciones del domingo que fueron incrementándose a lo largo de la semana.


El presidente electo ha explicado la inusual –y, para algunos, incomprensible- conformación de su gabinete con la fórmula de la “concertación”. Algunos analistas han observado que esta concertación tiene algo del sancochado ofrecido por PPK, con la peculiaridad de que este no viene bajo iniciativa de la derecha que colecta tránsfugas de izquierda y una variedad de independientes, sino que se origina en el lado opuesto pero incluye entre sus ingredientes a algunos connotados derrotados de las elecciones, parte de los cuales estuvieron en el campo del enemigo, hasta la última hora del último día de la votación. Pero eso qué importa ahora cuando estamos en otra etapa, que es como se explican estas cosas.

Un arte culinario sin precedentes se debe desarrollar para armonizar, aunque sea por un cierta tiempo, sabores realmente opuestos entre sí, y que Ollanta asegura poder manejar a partir de la hoja de ruta que le propuso al país en las elecciones como síntesis y adecuación de su programa de gobierno original y que, según apunta, todos los que van al equipo de ministros conocen claramente que es lo que se tiene para hacer de aquí en adelante. Y si no están de acuerdo pues que se bajen de esta combi que inicia su marcha el 28 de julio.

Uno de los datos claves de la “concertación” es que un Ollanta más bien dado a rechazar tratos con la vieja política, sus partidos y sus corrupciones, ha variado su perspectiva. Pero no sólo es su caso, sino que algunos de sus adversarios más enconados parece que a estas alturas ya están decididos a agregar la palabra “inclusión” a todos sus discursos sobre el crecimiento, como si quisieran dar a entender que al mismo crecimiento extractivo exportador, trasnacional y centralista, le faltaba un poco más de tema social, que por algún motivo se había olvidado en las últimas administraciones, incluida la del actual aliado peruposibilista.

Ciertamente en la misma mesa en que esto se discute, van a estar los que han dicho siempre que la exclusión está en la naturaleza del modelo que no genera mercado interno (es decir productores y consumidores conectados entre sí); no incrementa las posibilidades de empleo a la suficiente velocidad que requiere el país por el crecimiento de su población y para reducir la brecha entre el trabajo decente y el precario; no crea un potente sector capitalista nacional ni integra el territorio nacional.

El reflejo de esta ambigüedad es que Ollanta sigue declarando que el cambio, denominado además “gran transformación2, comienza el próximo 28 de julio y adelanta algunos indicadores como la recuperación del Lote 88 (enajenado por el gobierno del amigo Toledo en la primera mitad de la década pasada), la rebaja en el precios del GLP y el nuevo trato tributario con las mineras; mientras apristas, fujimoristas y los “técnicos neoliberales” se felicitan de que el modelo de los 90 y los 2000, se haya salvado con la presencia de Castilla en el MEF y Velarde en el BCR. ¿A quién creemos en estas circunstancias?

El mandato electoral

Es evidente que el dato de la primera vuelta de abril era que la opción de un gobierno nacionalista dependía de ampliar la base política y social de Gana Perú y ese fue la justificación de los ajustes en el programa, la incorporación de nuevos “técnicos” y las aproximaciones políticas que en los días anteriores parecía imposibles. La idea era que la propuesta se movía al centro en un espíritu de “concertación”, en el que se respetaban los puntos esenciales de la oferta original y se postergaban los asuntos de menor consenso. Con algún sentido se puede afirmar que este fue el contenido del voto del 5 de junio, en el que los hinchas incondicionales de Ollanta ya estaban advertidos que todo no podría conseguirse en el primer momento, y los nuevos adherentes que se habían hecho concesiones para ellos.

Lo que se ve en el gabinete que empezó a definirse esta semana va más allá de todas estas explicaciones. Porque si no se puede discutir que la presencia de Lerner, Mocha García Naranjo o Ricardo Giesecke, está en coherencia con el equipo original, y que Burneo, Mora, herrera, son parte de la sumatoria de segunda vuelta, lo que es más difícil de aceptar es que la “concertación” llegue hasta algunos puntales de la política económica que ha creado la resistencia social que finalmente se expresa en la elección de Ollanta Humala. Ciertamente resulta poco digerible la noción de un alzamiento contra un pasado opresivo que se realiza con actores de ese mismo pasado. Pero Ollanta cree que eso es posible o inevitable en la actual correlación de fuerzas.

Las reformas

El punto decisivo es el programa. Ese es el santo y seña del momento actual. Y quizás una manera de entender lo que significa estos sea ponerse a pensar cuánta inclusión social: pensión 65 y otros programas sociales, ajuste tributario y minero, revisión de contratos, política anticorrupción, sueldo mínimo, fortalecimiento de Petroperú y otras decisiones se aguanta en el “modelo de crecimiento”, sin estremecimientos empresariales y fugas serias de capital. El famoso “lulismo” de Ollanta parece depender de que la fórmula liberalismo social sea realista.

El 28 de julio debe dar las primeras respuestas a este dilema. Pero como dice “Siomi” Lerner, el gobierno no es lo que se pueda expresar en el discurso inicial y en el primer gabinete, ni en los 100 o180 días. La gran cuestión es que pasará en el Perú en cinco años. Si empezaremos a cambiar realmente el rostro del Perú y si el país hace de la victoria electoral de Ollanta el comienzo de un nuevo tiempo. No será nada fácil, por lo que ya estamos viendo.

24.07.11
www.rwiener.blogspot.com

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