domingo, abril 10, 2011

La campaña de los disfraces

Apuntes para un balance

La derecha de las elecciones y los medios, estaba segura que el nuevo look de Ollanta, con su terno, sus polos blancos y camisas azules, así como las buenas maneras de sus repuestas a la prensa, lo desfavorecían, y por eso lo dejaron anclado en su doce por ciento sin hacerle caso, mientras sus especialistas hacían disquisiciones sobre la inminencia de su desaparición política.

El quiebre se produjo, sin embargo, en la segunda semana de marzo cuando el comandante subió a 14% y de ahí al segundo puesto y luego hasta la cima, sin que se sepa donde termina el ascenso. ¿Qué pasó aquí? Nadie tiene una respuesta definitiva de cómo se rompió el dique y porqué no se pudo prever la avalancha.

Pero dentro de todas las cosas que ahora se dicen, una que hace sonreír es que Ollanta se puso una piel de oveja para esconder el carnívoro que lleva adentro, que es casi como decir que nos engañó a todos y ahora no podemos alcanzarlo. O sea que si lo hubieran pescado antes recordándole Venezuela, Andahuaylas y Madre Mía, seguro que lo paraban. Debo decir lo obvio: que nadie vota por la ropa, la figura familiar o la fe católica, de los candidatos.

Y agregar que si no han podido obligarlo a debatir lo que ya se debatió hace cinco años, es porque tampoco la gente siente que eso sea necesario porque ya entendió que son temas para la lucha política y no asuntos nacionales. Entonces el disfraz de Ollanta, si eso existe, no ha sido para ocultarse ante su pueblo que ha entendido muy bien que cosa lo une a su candidato, sino para hacerle a sus adversarios lo más difícil posible la aplicación de la táctica de demolición que utilizaron en el 2006.

Y hay que ser de una estupidez rayana en el reblandecimiento no haber tenido respuestas nuevas para un adversario demasiado conocido. Algunos publicistas han ido aclarando las cosas: lo que Ollanta ha hecho es humanizarse y acercarse a su condición de hombre y jefe de familia de clase media, para reducir resistencias ante sus iguales. No es un fingimiento. Y eso lo apuntala el hecho de que no haya estado circulando por la farándula, los programas cómicos ni haciendo alardes de mimetización con los sectores populares que lo acompañan.

Es más bien al otro lado, donde circulan los cuatro del continuismo y el neoliberalismo, donde los arreglos de ocasión se han desajustado más las tenidas de ocasión, lo cual no es un asunto de sastrería sino de desubicación política. Toledo, por supuesto, entró por la izquierda al proceso, como si se tratara de aquel del año 2000, robándole espacio a un Humala en pleno reacomodo, y presentándose como el más recio contrincante del presidente García, acusándolo de presidir un crecimiento para unos pocos que excluye a la mayoría de los peruanos.

Pero que esa pose no era verdad, se prueba en como está terminando, al borde de un ataque de nervios y trasladado al papel del más derechista y conservador de la partida, como si en unos meses hubiera hecho de nuevo el recorrido hasta el Toledo del 2006, buscando a los yanquis para salvarnos de Humala y encabezando el debate contra Hugo Chávez. La última de esta reconversión ha sido el llamado sin ninguna vergüenza, al APRA para que lo apoye a pasar a la segunda vuelta reconociéndole el carácter de “partido democrático” que es una manera de decir que se asemejan en tanto administradores de la fallida transición post fujimorista.

El problema que tiene el “cholo” es que así como muchos descreyeron del cuento de la centroizquierda, ahora tampoco hay demasiados dispuestos a verlo como el salvador de la democracia. Más aún, como dice Tafur, el abandono de la idea del “cambio”, le ha sido finalmente fatal al personaje, porque para “salvadores” hay otros mejores, entre ellos el fujimorismo.

Otras máscaras

A Keiko le han adjudicado el mérito de la segunda mejor campaña del 2011. Una manera de decir que por algún motivo es la mejor colocada para entrar junto con Ollanta a la segunda vuelta. ¿Y en qué ha consistido el maquillaje? En quitar el feo rostro de la corrupción, el grupo Colina, el golpe de Estado, las reelecciones, etc., bajo la cara sonriente de la chinita simpática, el marido gringo medio sonso y los bailes sobre el estrado.

Algo casi equivalente a lo de Ollanta, pero sobre hechos reales y duros, que se han evitado discutir. Es una buena campaña porque ha logrado evitar la discusión que no le conviene. ¿Es eso un engaño o una de las reglas del sistema para poder ganar? En todo caso habría que decir que el fracaso es de los que no han podido obligar a la heredera del 5 de abril a asumir su responsabilidad.

Cierto, que la mayoría de medios ha evitado un debate sobre la democracia en el Perú y ha estado más interesado en el de la democracia en Venezuela. Y que cierta crítica: los estudios de la candidata y sus hermanos. Se encuentra desgastada y no produce mayores efectos. Pero hablemos de PPK, el mejor disfraz de temporada. Por el poder, el viejo tecnócrata lobista se transformó en un personaje que quería ser simpático y popular.

Uno mira la estructura de su voto: limeño, clases altas, de sectores identificados con el “éxito”, etc. Y se da cuenta que eso de las risas de Papa Noel fuera de temporada, las muecas de Jerry Lewis, los movimientos de la gringa Inga y los discursos a lo gringo Carl, ha sido el precio más alto de esta campaña y probablemente para perder.

Lo que prueba otra vez que el asunto no está en la forma. Aunque PPK se vista de seda, PPK se queda. Lo que vale para todos los demás.
08.04.11
www.rwiener.blogspot.com

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