domingo, febrero 27, 2011

Libia

Lo que hoy ocurre en Libia sigue la lógica de lo que ha empezado a pasar en todo el mundo árabe y que probablemente sea la señal de un cambio a escala universal. Algo me hace pensar que los primeros que están entendiendo lo irreversible del proceso están situados en Washington y ya concluyeron que no se puede intentar parar un torrente de estas magnitudes y hay que actuar dentro de él. Túnez y Egipto se leían claramente como la derrota de dos satrapías aliadas de occidente en sendas explosiones populares que modificaban dramáticamente los delicados equilibrios de medio oriente sin que nadie sepa qué va a pasar después. Pero Libia suena a dictadura de izquierda, por más estrafalaria que esta fuese, también enfrentada con las masas, que desata una represión peor que en los países árabes pro occidentales y que parece estar requiriendo ya una cirugía de marines y bombarderos ultrasónicos que ni siquiera se consideró como posibilidad para los casos anteriores y otros que están en pleno desarrollo. Libia es invadible; Egipto, Túnez, Marruecos, Jordania, no. Libia se cae hacia occidente, los demás no se sabe hacia donde.

Pocos recuerdan ahora que Muhamar pasó del radical de los 70 y 80, al amigo de Estados Unidos y Europa en los 90, que trabajó su propia supervivencia en una época en que el Pentágono y la Casa Blanca repartían a diestra y siniestra certificados de pertenencia a diversos ejes del mal. El gobierno que más vociferó de antiimperialismo y antisionismo, pero nunca participó de ninguna de las guerras del medio oriente, dejó incluso de hablar fuerte con el correr del tiempo a pesar de que las masacres israelíes contra los palestinos y los libaneses se hicieron cada vez más fuertes, sin que a Estados Unidos y sus aliados reconociesen que ahí había algún derecho humano violado. El coronel tampoco movió un dedo respecto a las invasiones de Afganistán e Irak, donde los yanquis siguen bombardeando poblaciones civiles y sometiendo a naciones independientes, sin demasiado escándalo mundial. Gadafi se dio cuenta seguramente que no tenía futuro si se ponía en la primera línea de los que desafían al imperio, y que su talón de Aquiles era el mismo de Sadam, sus reservas petroleras, que pueden convertir cualquier incursión externa en pro de la democracia y los derechos humanos en un formidable negocio.

Hay algo del trato que los yanquis dispensaron al panameño Noriega, en el actual foco puesto en Gadafi. Casi la mitad de los 40 años de poder del líder libio fueron de convivencia con Occidente, pero ahora no existen para los comentarios de prensa. Y cuando su gobierno termine los Rospigliosi de estilo y las Palacios de ocasión van a decir como con Noriega y Hussein, que los Estados Unidos nos salvaron del autócrata aunque, haya sido su aliado, que le servía para el equilibrio internacional e interno (Libia es un centro de rivalidades tribales), y que lo que vaya a venir después de la caída, suponga una inestabilidad de largo plazo. El asunto es que Washington que siente que está perdiendo poder en una zona clave, ha decidido tomar una pieza petrolera y sumarse a la rebelión. Gadafi ya no le sirve a nadie. Es muy difícil que sobreviva. Lo que está entre interrogantes es cuándo acaba todo esto y cuál es el capítulo siguiente.

27.02.11
www.rwiener.blogspot.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

No lo duden el hombre que se hinmolo a prendido la llama que no se apagara tan facil mente.Todos los gobernantes estan esperando a ver que pasay tenen miedo de posicioarse de verdad ,pero esta llama podria ser la nueva luz del mundo