domingo, noviembre 14, 2010

El cholo sagrado vuelve otra vez

Alejandro Toledo ganó la elección en el 2001, porque tenía como oponente a Alan García, que según las encuestas era el peruano con mayor índice de rechazo (70% decían que nunca votarían por él) , y justamente para conseguir un escenario como este Toledo viajó en pleno inicio de campaña a París y se reunió con el ex presidente y le ofreció sus buenos oficios para lograr la prescripción de los juicios por corrupción que le hubieran impedido postular. Esto se consiguió en plena transición de Paniagua.

García regresó al país, limpiado judicialmente, y logró de atropellada entrar a la segunda vuelta y finalmente reunir 46% de los votos, en un resultado inesperadamente estrecho (la diferencia era de más de 10 puntos en primera vuelta), sobre todo teniendo en cuenta que ningún otro partido declaró su apoyo al postulante aprista, y que los que quedaron tercero y cuarto en la votación inicial (Unidad Nacional y FIM) eran claramente contrarios al regreso de García.

Extrañamente Toledo casi pierde con el enemigo que él mismo había elegido. Una broma de la época afirmaba que mucha gente apagaba el televisor cuando aparecía García para que no los convenza, y también cuando veían a Toledo porque si no ya no iban a votar por él. El candidato que un año antes había conmovido al Perú rebelándose a aceptar el fraude fujimorista y había convocado a los Cuatro Suyos, con una ardiente promesa de democratización y moralización, ya no era visto de la misma forma y con la misma amplitud en su siguiente postulación.

La razón estaba en el propio Toledo que cambió radicalmente de discurso. En un país que no se había democratizado y moralizado, el “luchador contra la dictadura”, se redujo al más pedestre electoralismo, haciendo promesas a diestra y siniestra, a veces contradictorias, como si la función del poder fuese exclusivamente favorecer intereses sectoriales. Muchos se dieron cuenta de la mentira y empezaron a desencantarse. Pero la decepción en masa vino en los primeros meses del nuevo gobierno.

Nadie ha caído tanto y tan rápido en la aceptación social como lo hizo el llamado “cholo de Harvard” (que tampoco era de Harvard), y lo más grave es que este estrepitoso derrumbe murieron las ilusiones que había en el cambio de régimen. Algunos analistas imputaron “racismo”, a la ola de críticas que cayeron sobre Toledo, pero si eso fuera cierto no hubieran votado dos veces por él, ni hubieran aceptado su liderazgo. En todo caso la “choledad” que Toledo ha usado siempre políticamente, lo acompañó en su ascenso: un peruano legítimo, que se ha hecho sólo, que habla inglés y es profesor en Estados Unidos, con mujer europea, etc., como en su declive.

El punto es que Toledo fue recomponiéndose en la imaginería popular como un farsante. Algunos hechos marcan esta mirada del personaje: el caso Zaraí, la negación de la relación con su madre, y el rechazo a reconocerla; el descubrimiento del asunto de las firmas falsificadas con las que Perú Posible intervino en las elecciones, ayudado por las instituciones fujimoristas; el intento por privatizar empresas que explícitamente se había comprometido a mantener como estatales; las cuatro veces en que inauguró el proyecto Camisea; la famosa frase “se firma sí o sí”, con la que empezó la negociación del TLC con los Estados Unidos. En el mejor de los casos Toledo era capaz de creerse sus propios cuentos.

Hoy mismo, cuando comienza la nueva campaña hacia el poder, Toledo imagina estar resolviendo una enorme interrogante al anunciar que sí volverá a postular a la presidencia. Como si el Perú lo hubiera acompañado en sus aparentes dudas, mientras aumentaban las pintas con su nombre en cuanto muro tuviera espacio libre en las carreteras del país, y se repetían los episodios de amor-odio con García (desayunos en Palacio, insultos callejeros) que generan inevitables titulares. Todo el mundo lo contaba en la baraja de los principales candidatos. Pero Toledo seguí a haciendo un suspenso idéntico a otras actuaciones previas. La pregunta que queda suelta es si eso que ya vivió la ciudadanía con el “cholo sagrado” hace diez años se a repetir tal cual: que la gente caiga en sus artimañas antes de decepcionarse nuevamente.

12.11.10
www.rwiener.blogspot.com

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