martes, noviembre 24, 2009

García y la crisis de los espías

Hay una extraña simetría entre la crisis de los petroaudios y la más reciente de los espías. En una y otra hay de por medio un delito o acto punible grave que aparece de pronto a la vista del todo el público, planteando un montón de preguntas sobre la responsabilidad del gobierno, pero al mismo tiempo hay una “filtración” que de alguna manera viene de adentro de las esferas del régimen, que transforma el problema en una crisis política. También en uno y otro caso hay una reacción fulminante del presidente que se apropia del tema como si fuera el principal ofendido y carga contra los supuestos implicados directos con sus peores diatribas: ratas, miserables, repulsivos, republiqueta, envidiosos, etc., donde no hay ninguna explicación de por medio, sino simple interés de mostrarse aparentemente fuerte.

Algo más, para los petroaudios, se pudo ver que de la primera reacción contra los faenones y los usos corruptos del Estado, el presidente pasó, poco a poco, a cambiar el foco de sus verdaderas preocupaciones. Así disminuyó cada vez más la importancia de los delitos de negociación corrupta, coima, corrupción de funcionarios, asociación ilícita, etc., al punto que hay ya indicios de que el juez Barreto declararía que no puede sancionarse hechos cuyas pruebas fueron de origen doloso; mientras iba en crescendo la importancia del tema “chuponeos”, es decir los escuchas que el propio gobierno había enrolado para saber los movimientos de propios y extraños, y que terminaron acusados de “filtrar” la materia del escándalo. Hoy Ponce Feijóo y su banda están en “máxima seguridad”, aislados, como si fueran tipos de alta peligrosidad, o tal vez lo son, depende de para quién.

En el caso de Ariza, también la cosa comienza en el repudio al espionaje, el enfriamiento con Santiago, la exigencia de disculpas, etc., y cada día que pasa se va transformando en una exigencia de responder a la pregunta y quién sacó el asunto cuando el presidente se encontraba en Asia a punto de entrevistarse con la Bachelet, dejándolo pésimamente colocado y obligándolo a regresar al país. En otras palabras: ¿cuál es el verdadero crimen que se cometió aquí?, ¿el del espía, que tal vez era hasta negociable con los chilenos, como ha ocurrido otras veces, siempre y cuando el país no lo sepa, o el del que sacó la información al aire y derrumbó varios pilares de la política del gobierno? Pero la cosa no es fácil. Así como Business Track llevaba a niveles más altos del poder y la detención de sus dueños condujo al hospital al almirante Giampietri, pero la investigación se quedó a medio camino; ahora se empieza a hablar de la traición, no del espía, sino de los filtradores, pero al mismo tiempo se insiste que con las Fuerzas Armadas, que podrían ser las únicas “ganadoras” del escándalo, son precisamente las que están por encima de toda sospecha.

Si para algo podría servir echar al espía al público y poner al rojo vivo las relaciones con el sur, era para poner en la picota el plan de desarme con el que el gobierno había proyectado combatir el creciente armamentismo chileno y que iba de la mano con la política de separar la parte “económica” de las relaciones (inversiones, TLC) de la política y diplomática. Tan cierto es esto, que efectivamente el impacto inmediato fue la suspensión de la cita García-Bachelet en Singapur, y la visita a Santiago de Mercedes Araoz como forzada embajadora del “desarme”. ¿Y quién podría querer que ese proyecto de responder al desbalance de armas con un superprotagonismo del presidente peruano? Por lo menos es muy difícil de creer que sean realmente niveles subalternos de la Justicia, la Fiscalía o la Policía, que han sido las otras instituciones implicadas en la investigación. Pero aún en sus niveles más altos, no se ve que ganarían con una crisis como esta. Mucho más racional es decir que es dentro de los militares donde hay mayores motivos de incomodidad frente al plan del gobierno.

Algo más. No es que estemos ante una filtración simple, en la que algún papel fuga a la prensa. Nada que ver. Es un golpe un día antes de la llegada de García a Singapur, con una despliegue de abundante información entregada a los medios y con filtraciones posteriores, detalles sobre la vida personal del investigado, localización de espacios de trabajo, etc., algo que apunta a decir que estamos recibiendo la información que procede de un servicio de inteligencia capaz de manejar los tiempos, los datos y la gradualidad dela noticia. Eso nada tiene que ver con la hipótesis de que el asunto salió de la mesa de partes o de algún secretario de juzgado. Un dato clave: la denuncia pública del caso está claramente orientada por alguien que la tiene previamente procesada y no es un chisme que se suelta para ver que se hace con él. En ese punto, por ejemplo, los petroaudios tuvieron más de chismosería inicial, ya que la investigación de fondo se la guardó “El Comercio”. El caso Ariza se ha vuelto importante no sólo por ser escandaloso, sino porque introdujo violentamente una filuda interrogante: ¿y qué hacía el gobierno proponiendo desarmarse si desde hace meses tenían la evidencia de que había un plan agresivo de espionaje, asociado a la cuestión de la compras de armas.

Podemos especular y decir que a estas horas lo que está angustiando más al gobierno no es lo que se espió, sino como fue que se filtró la investigación secreta. Y seguir con el punto para plantear otras cosas incómodas: ¿por qué este caso pasó a la policía e increíblemente a la DINANDRO (antidrogas) y terminó denunciado ante la justicia civil, a pesar de la opinión militar (compartida agresivamente por Rafael Rey) de que este era asunto del fuero privativo, que es el que cura sus propias pulgas? A primera vista parecería que las tensiones sobre el espía ya estaban en desarrollo, probablemente porque el gobierno medía las consecuencias en las relaciones con Chile, que eran parte importante de su diseño de alianzas políticas (estando aislado de los gobiernos progresistas de América Latina) y de sus vínculos económicos y comerciales. ¿Hay un adversario de la política internacional de AGP, dentro del propio gobierno y la cúpula de las Fuerza Armadas? Hay indicios de eso. Y hay evidente sobresalto en el gobierno. Pero también hay límites a la investigación como los hubo para los petroaudios.

Un último punto, sobre las semejanzas y diferencias entre dos crisis. Y es el del papel de la policía, el general Hidalgo y la división antidrogas, y su sociedad con la fiscal Echaiz. Estos fueron, como se recuerda, los ases de la investigación y captura de la banda de Business Track, en un operación especial, paralela a la que llevaban adelante otros órganos de la policía y la inteligencia militar. Hoy nuevamente son mencionados como los héroes de la captura de Ariza, mientras que es muy confuso el papel de la inteligencia de la Fuerza Aérea y de las Fuerzas Armadas en general, que parecen haber detectado, presionado, recolocado al espía, abriéndole diversas brechas hasta que alguien ordenó a la policía a actuar. Este papel está siendo relevado de múltiples maneras. El general Hidalgo llegó a director general de la Policía después de Ponce Feijóo; Echaiz sufrió un raro atentado, pero sigue haciendo figura en las investigaciones claves; la Dinandro invade canales de otras dependencias, etc.

¿Qué es esto? ¿Algo así como la policía, el general y la fiscal de confianza del presidente? Es un punto como para meditar que da cuenta de la crisis de confianza entre las instituciones estatales. Un síntoma de la descomposición del régimen que no se quiere reconocer.

24.11.09
www.rwiener.blogspot.com

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