domingo, noviembre 15, 2009

El peligroso juego del desarme cuando los otros se arman

Ya era bastante jocoso que Araoz fuera la encargada de negociar el desarme de Chile, cuando se supo que nuestros vecinos habían aprobado la compra de otros 665 millones de dólares en armamento a los Estados Unidos. O sea que Bachelet iba a poder decirle a Miss TLC que efectivamente estaba muy interesada en reducir el gasto militar en esta parte del mundo y que veían muy bien que el Perú se limitara en sus gastos, para aplicarlos a la pobreza o cualquier otra cosa, mientras sus fuerzas armadas esperaban un embarque de varios cientos de misiles y torpedos.

Definitivamente García estaba a punto de volver a probar ese don que dice que le concedió Dios de convencer sobre cualquier cosa. Por ello nos hemos pasado un mes tratando de tomar en serio la visita de los ministros a los presidentes de Suramérica para entregarles la propuesta del presidente para reducir 3% los presupuestos militares en los años siguientes. Un pequeño porcentaje, al decir de la propia Araoz, justificando que no iba por mucho donde la presidenta chilena, que sin embargo se ha vendido como una garantía de “no agresión”, y que además no dice nada de la inversión ya hecha, y que es la que ha creado el brutal desbalance que ya existe.

Increíblemente aquí hemos estado imaginando que algún tipo de pacto podría hacer que cambie la situación en la que Chile tiene el mayor gasto militar per cápita de la región, y Brasil no sólo la más alta inversión absoluta sino un alto volumen de venta de armas a sus vecinos, que Colombia siga armándose ofensivamente con el pretexto de las FARC, concediendo bases operativas a los Estados Unidos, y aumentando las tensiones con Venezuela. Ha sido como lo de las olimpiadas y los juegos panamericanos, la crisis mundial que no nos toca y la envidia que se dice despertamos en otros países. Puras pastillas de auto estímulo, pero en el caso de las relaciones con países vecinos, sobre una materia mucho más seria.

Cuando los militares habían logrado cierto consenso de que el Perú tenía que prestar atención a la escalada militarista de nuestros vecinos y tomar cuando menos decisiones defensivas serias, antes de cualquier negociación para congelar gastos en armamento, el presidente arrancó una fuga hacia delante que por algunas semanas puso a la mayoría en un dilema: a ver quién se opone al pacto. Y por supuesto ni adentro del país ni afuera, hubo quién dijera que “pacto” no tenía ni pies ni cabeza. Hasta que reventó el caso del espía y todo el montaje armado sobre el supuesto de que se compra armamento por un “error”, que una buena conversación puede corregir rápidamente, se vino estrepitosamente al suelo.

Imaginemos ahora que Meche Araoz realice a pesar de todo su publicitado viaje a Santiago. Nos convertiríamos en el país más ridículo del punto. En primer lugar por escoger una vocera que no sabe donde está parada y en segundo lugar porque tendríamos encima la sombra de los misiles que están en camino y del espía que el gobierno chileno pagaba todos los meses. Ahora, supongamos la situación opuesta, que un viaje ya programado y propagandeado se suspende porque no hay condiciones para efectuarlo. Entonces la crisis en las relaciones peruano-chilenas se agudizará hasta un punto mucho más allá de donde estaba cuando García decidió impulsar su nueva ocurrencia.

Más aún, cuando este dilema se resuelva en los próximos días, todo el esquema de las visitas ministeriales a diversos países habrá quedado quemado. Con lo que nadie dudará ni por un momento que tantos viajes y declaraciones tenía como único objeto emitir alguna forma de declaración pacifista con los chilenos, que mantuviera los términos del TLC que se suscribió al caballazo con ese país, y que evitara una retracción en el flujo de inversiones. La lección no puede ser más clara: no hay peor terreno para la demagogia que el de la diplomacia y la defensa nacional. Claro que García no tiene muchos otros recursos para hacer política y por eso hemos llegado al punto en el que estamos.

Parece inevitable que en los siguientes meses empeoren las relaciones Santiago-Lima, luego que desde aquí se ha denunciado un juego de espías de un país al que al mismo tiempo estamos caracterizando como armamentista y agresivo. Por eso es tan difícil saber si lo que corresponde es sonreírse ante la declaración del premier Velásquez Quesquén: “estas incidencias por graves que sean no pueden de ninguna manera afectar la relación histórica de hermandad con Chile”. ¿Tiene una idea este señor del tipo de “hermandad histórica” que hemos tenido con nuestros vecinos más agresivos? ¿Y cómo piensa que “no… va a afectar” la nueva compra de armas cuando se iba a conversar el “desarme” y cuando aparece un militar peruano vendiendo secretos a ávidos compradores sureños?

Ahora que ha empezado nuevamente a hablarse de traición a la patria y otros conceptos igualmente fuertes, parece necesario detenerse un momento a evaluar la política internacional de un gobierno que alguna vez se preocupó sinceramente que Chile pudiese molestarse si no le vendíamos el gas que no alcanza para los peruanos y que pretendió, contra la historia, que la inversión y la soberanía podían marchar por cuerdas separadas.

15.11.09

www.rwiener.blogspot.com

No hay comentarios.: