sábado, octubre 24, 2009

La nueva guerra del VRAE

Lo primero que tenemos que tener claro en relación al asunto del VRAE es que hace poco más de un año esta era una zona de disputa de las rutas de la droga, en la que se producían esporádicos ataques de Sendero Luminoso para asegurar los pasos y sacar a la policía. Todos sabíamos además que esta era un espacio de profunda corrupción, donde no sólo se podía hablar de una guerrilla cobrando cupos, sino de autoridades, policías y militares tratando de picar su parte en el ilícito negocio.

El Sendero de los 2000, empezó a hacerse fuerte después de las derrotas, precisamente porque era el más organizado de todos los actores de este inmenso territorio donde imperaba el caos. Obviamente la prensa limeña miraba esta realidad a la distancia, dentro de la lógica de que otra vez se estaba minimizando la violencia en gestación y que había que aplastarla exactamente en el momento que comienza. La retórica, por supuesto, era la de la “estrategia integral”, que nadie tiene una idea de en qué consiste, pero el hecho central fue la contraofensiva ciega sobre el Vizcatán que se suponía el cuartel general de los seguidores de los hermanos Quispe Palomino en el corazón del VRAE, con la consigna de que este gobierno se atrevía a realizar lo que sus antecesores no habían querido.

Así comenzó la nueva guerra del VRAE. Como un despliegue de tropas y armamento que llegó finalmente al corazón del Vizcatán sin encontrar a nadie. Y ahí nomás se estaban derrumbando varios mitos: que los senderistas sólo sobrevivían porque estaban metidos en una cadena montañosa escarpada y de acceso casi imposible; y que ya no tenían apoyo social en el valle, por lo que tenían que huir permanentemente a su santuario. Lo cierto es que se retiraron del Vizcatán y sobrevivieron. Peor aún, fue el ejército el que se encerró en esa área construyendo bases que resultaron atacadas continuamente por los subversivos que son los que mejor dominan esas alturas.

La nueva guerra del VRAE fue celebrada como una muestra de la determinación de este gobierno de acabar con los últimos focos de subversión armada (aunque en gran medida fuese también una respuesta a la presión de los medios). Pero lo que ha ido pasando está generando más bien la imagen de una sucesión de derrotas. La ofensiva ha sido golpeada en diversos puntos, sufriendo numerosas bajas, pérdida de armamentos y hasta el derribo de un helicóptero. Como ironiza continuamente Fernando Rospigliosi, están resultando tan ineptos que casi no han logrado producirles daños a los senderistas, salvo los que se dice que se produjeron en el ataque a la comisaría de Acobamba, donde los subversivos se habrían llevado a sus propios muertos y heridos. En todo caso la sensación general es que un plan que lleva el simbólico nombre de “excelencia” está significando un tremendo fracaso.

Ciertamente, la prensa histérica no se ha puesto ni siquiera a considerar que podía haber otras opciones en relación al conflicto en el VRAE. Por ejemplo: diálogo con los cocaleros, propuestas de salida de paz a los subversivos, cambio de autoridades y personal de la policía, etc. Oficialmente las únicas conclusiones respecto al VRAE son más soldados, más armamento, más dinero, y alguna forma de sacar del teatro de operaciones a los pobladores. Esto tiene desde una versión benigna que insiste en los programas sociales, hasta la extrema que se expresa en la columna de un diario y que insiste en que un círculo en el mapa y un bombardeo con napalm sería suficiente para terminar el problema.

El punto es que la situación no mejora y no se ve como podría mejorar. En realidad la ofensiva puramente militar está entrampada y desorientada, esperando ser atacada por donde menos podría suponerse. La última noticia fue la del soldado que murió por una mina antipersonal que el propio ejército había colocado para protegerse de incursiones enemigas, a sabiendas que el Perú oficialmente ha erradicado este tipo de artefactos y que si la tropa puede terminar pisándolas qué no podría pasar con la población civil, incluido los niños. Todos sabemos que aunque se trate de un enfrentamiento focalizado, que no representa efectivamente amenaza al poder nacional (el Sendero del VRAE no puede salir a otras partes sin ser derrotado), el continuo desangramiento y la confusión actual de objetivos, desmoraliza no sólo a la tropa, sino principalmente a los jefes que lanzaron el plan inicial y al gobierno que se creyó a punto de una gran victoria.

Esta caída de moral combativa es además lo que explica que los frentes de batalla cambien bruscamente hacia las cárceles (se han eliminado los beneficios penitenciarios reforzando la idea que los presos por “terrorismo”, son prisioneros especiales, que están fuera del orden penal regular; se han cerrado los talleres de trabajo, que es una invitación a que no pueda esforzarse en reintegrarse productivamente a la sociedad; y se está detrás de los que ya salieron libres porque cumplieron sus condenas). Todo esto busca “victorias baratas” y consolida los tremendos reflejos autoritarios que subsisten en nuestro país e impiden que podamos pacificarnos y reconciliarnos.

25.10.09
www.rwiener.blogspot.com

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