jueves, agosto 14, 2008

El caso boliviano

El gobierno de Salvador Allende ganó su última elección poco tiempo antes de ser derrocado. Y lo ganó contra toda la oposición unida, demostrando que ya no era el tercio y un poco más de la votación presidencial, sino más de la mitad del país. Pero su victoria no hizo que la derecha retrocediera, sino que acelerara los preparativos del golpe. Por ello Pinochet no sólo derrotó a un presidente legítimo, sino que torció la voluntad del pueblo. Arrasó la democracia, que se suponía que era el sistema en nombre del cual combatían al presidente socialista.

Evo Morales acaba de vencer por 65% la consulta sobre la revocatoria de su mandato, luego de haber sido elegido con 54% hace dos años y de haber triunfado en la votación para la Asamblea Constituyente, que las derechas de Santa Cruz y la media luna se han negado a aceptar. Hoy después de ratificado se dice que ha habido un “empate”, porque los prefectos de los cuatro departamentos más levantiscos también se mantienen en su puesto (en el Perú esto hubiera significado que en el 2006 se hubiera producido un “empate”, con García en Palacio y las regiones en manos de fuerzas fuera de su control).

Hay quiénes leen el resultado como que el mandato de los bolivianos ha sido por el “diálogo”. O sea que casi dos tercios responden sí a la pregunta de si desean que siga adelante y se profundice el proceso de transformaciones, y se pretende que lo que eso quiere decir es que hay que hacerle más concesiones a los que se están armando y buscando militares golpistas para echar al presidente.

El diálogo, sobre bases reales, de respeto a la voluntad popular, siempre será mejor que la violencia. Pero si la democracia en América Latina significa algo, lo que se tiene que admitir es que aunque Evo Morales no le guste a la Chichi, Aldo M. y otros, es el presidente que han escogido los bolivianos por abrumadora mayoría. Las estupideces que han sido repetidas hasta el hartazgo: que es un pelele de Chávez, que es un presidente débil, que no es inteligente, etc., han caído por el suelo.

Obviamente que hay ahora una oportunidad, que fue diseñada por el presidente en su discurso de victoria: ratificar la nueva Constitución Socialista y buscar incorporarle elementos de los estatutos autonomistas. Esa sería la base de un diálogo real. Lo demás es atizar la guerra civil. Y de paso brindar una lección a América Latina de que la democracia que se pregona tiene límites decisivos. Si el pueblo vota por afectar los grandes intereses oligárquicos (propiedad de la tierra) y por nacionalizar los recursos naturales (multinacionales), entonces su voto no vale, las autoridades que intentan cumplir el mandato con el que están comprometidas pueden ser desconocidas, y la reacción se puede sentir en la libertad de tomar las armas.

A los peruanos nos debe interesar vivamente lo que va a ocurrir en el antiguo Alto Perú.

10.08.08
www.rwiener.blogspot.com

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